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Y así la vida, desayunas mimosas en jueves y tus padres se preguntan si estás haciendo un jugo de frutas frescas para empezar el día y alinear tu cuerpo y chacras; sin embargo estás mas interesado en suministrar eficientemente tus cigarrillos. Revisas tu cuenta bancaria, haces cálculos. ¿Qué será más conveniente? previar de la putamadre desde el medio día a punta de Tom Collins, llegar al pub y beber con gracia unas cervezas Stella Artois o beber un vino blanco semiseco peruano y sin gracia y poder mantener ese estilo de vida al menos unos días más sin ansiedad. piensas en llamarla, has decido no tener un teléfono y así nadie puede sorprenderte con una oferta laboral o hacerte saber que otra vez la muerte llegó a la puerta y sea necesario lustrar tus zapatos de ocasión. Y así la vida, ella te envía un e-mail, está embarazada, dice.

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Mi corazón estaba destruido en tanto quedaba con una o dos chicas por semana a tomar algo. Ellas café y limonadas y yo vinos o ginebra. Estar un poco ebrio me ha sido útil para conservar la dignidad de la que habla Ingenieros en «El Hombre Mediocre». Solo fui sugerente con alguna de ellas y el éxito fue insospechadamente rápido. Me encontré en la habitación de un hotel sin querer hacer nada. ¿Dónde está la cocaína cuando una más la necesita?, dijo en tanto azuzábamos el fuego de los movimientos tántricos que se suponía era menester realizar. «No existe una escuela que enseñe a follar», pensaba. Y el tiempo transcurría y estaba menos ebrio y me dije si habría acaso en ese hostal discreto servicio a la habitación, pero no podía moverme; es decir tenía que seguir moviéndome según el guion y acabar pronto, por el amor de dios: ¡Acaba pronto!, pero no pude terminar y algo inconcluso se respiraba y no podía fumar, tanto me habría gustado dar unas caladas con tal de asegurarme que me estoy muriendo.