Hace unos años, aun siendo escolar compré en alguna feria por muy poco un libro que titulaba «Unión Europea, Procesos de Integración: Europa hasta Masstricht e Integración Económica, 1997». Entonces creía que todo lo que decía un libro era como las escrituras bíblicas a las que había sido expuesto cuando niño y lo leí con cautela y devoción. La sensación final era de desconcierto, había entendido el fondo del asunto pero no podía hallar un ejemplo correlativo en latinoamérica, tomé mis libros escolares de Historia y Geografía y me encontré con una serie de instituciones con arreglo a fines no del todo específicos, La Comunidad Andina de Naciones, CELAC, OEA, MERCOSUR, entre otros. Este último con un enfoque comercial, me parecía un indicio de los acuerdos previos al Tratado de Masstricht.

Entonces la imagen de Hugo Chávez era la de un pintoresco militar con camisa roja y boina verde y Venezuela un aspirante a miembro, a Mercorsur, que tenía como principal activo el ser el país con mayor producción de barriles por día de petróleo en la región, luego se sabría además que contaba con las reservas de crudo, probadas, más grande del mundo. Además de pintoresco los clips en Youtube diciendo «Yankis de mierda váyanse al carajo 100 veces», su vestimenta no occidental, y el concepto en común de «patria grande» que compartían Correa, Evo Morales, Cristina y Nestor Kirchner , (quien había osado hacer un tremendo desplante al mismísimo George W. Bush en la IV Cumbre de Las Américas a propósito del ALCA) Lula DaSilva, Pepe Mujica y Ortega me parecía de lo más sensato, aquí con Alan García y el baile del teteo se hallaban los países sublevados al «imperio» y la épica del Socialismo del Siglo XXI reforzada con la serie de entrevistas en la televisión pública argentina (Canal Encuentro) Presidentes de Latinoamérica me hacía de lo más entusiasta y apoyaba sin temor a equivocarme las medidas antimperialistas tomadas en bloque y la recientemente lanzada UNASUR que era el correlato a la UE que tan ansioso andaba buscando.

Algo pasó, la memoria, la única herramienta bibliográfica de la que me sirvo en esta ocasión no sabe decirme qué. Quizá el Humala del 2011 es al menos un síntoma de la enfermedad que aniquiló a los entusiastas ya que al cambiar tan hondamente su retórica, (habrá quienes digan que retórica y Humala pueden ir juntas sí y solo sí en medio está el adverbio falta) nos hizo caer en cuenta que había un modelo venezolano, confrontacional, cercano a Rusia y que denunciaba en público a Aznar y al Club Bildelberg y uno brasilero mucho más interesado en buscar el contrapeso a través de G-20 en la hegemonía unipolar norteamericana en la que se había sumido el mundo después de la caída del Muro de Berlín y que Mujica, quien parecía bien servido por ser un ejemplo internacional de humildad no se veía muy interesado en equilibrar estos modelos de progresismo de izquierdas que nunca más volverían a comulgar.